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Esta sección la integran los cantares de gesta que han llegado hasta nosotros de forma fragmentada o reelaborados en una serie de romances. Las crónicas fueron redactadas por las clases cultas buscando en la poesía épica materia para reconstruir la historia. La colectividad, más atenta a la diversión, convertía en tradición oral aquellos fragmentos que más la conmovían. En los romances hay interpelaciones al auditorio, diálogos, exordios y grandes dosis de lo que debió ser la dramaturgia característica de los juglares.
 
    
    Cesáreo Fernández Duro, Romancero de Zamora (facsímil)
    Ed. Dirección y Administración, Madrid 1905
    
    -Rey don Sancho, rey don Sancho, · no digas que no te aviso,
    que del cerco de Zamora · un traidor había salido:
    Vellido D'Olfos se llama, · hijo de D'Olfos Vellido,
    á quien él mismo matara · y después echó en el río.
    Si te engaña, rey Don Sancho, · no digas que no lo digo.-
 
    
    Anónimo, Romancero caballeresco
    Ed. Perlado, Páez y compañía, Madrid 1905
    
    Y Roldán con gran cuidado, · Por no mojarse las plumas,
    Se arrimó contra una torre · Y oyó, el de las fuerzas muchas,
    Un prisionero cantar, · Y Roldán atento escucha.
    <<Yo, pobrecito de mí, · Metido estoy en prisiones,
    Sin saber cuándo es de día, · Y menos cuando es de noche,
    Sino por tres pajaricos · Que me cantan al albore.
 
    
    Ramón Menéndez Pidal, Floresta de leyendas épicas españolas
    Ed. Espasa-Calpe, Madrid 1942
    
    ...las cincuenta están tañendo · con muy extraña armonía,
    las cincuenta están cantando · con muy dulce melodía.
    Allí hablara una doncella · que Fortuna se decía:
    `Si duermes don Rodrigo, · despierta por cortesía,
    y verás tus malos hados, · tu peor postrimería...
 
    
    Adolfo Maillo, Romancero español
    Ed. Miguel A. Salvatierra, Barcelona 1944
    
    Allí habló el rey don Juan, ·  bien oiréis lo que decía:
    — Si tú quisieses, Granada, · contigo me casaría;
    daréte en arras y dote · a Córdoba y a Sevilla..
 
    
    Manuel Alvar, Cantares de gesta medievales
    Ed. Porrúa, México DF 1969
    
    Convocatoria en las cortes · Et luego de continent
    envió letras por el regne · a nobles, cavalleros et lugares que fuessen
    a corts a Huesca, que una campana quería fer · que de todo su regno se oyesse,
    que maestros en Francia havié · que la sabrían fer.
 
    
    Juan Alcina Franch, Romancero antiguo 2. Romances amorosos
    Ed. Juventud, Barcelona 1971
    
    Don Reinaldos pidió un laúd,  · que lo sabia bien tocar,
    ya comienza de tañer,  · muy dulcemente á cantar,
    que todo hombre que lo oía · parecía celestial.
    Bien oíalo la infanta · y holgaba de lo escuchar.
 
    
    Gonzalo Menéndez Pidal, Romancero
    Ed. CSIC, Madrid 1973
    
    En Francia la épica murió de hartura, interminables compilaciones para lectores profesionales fueron su mortaja; en Castilla se dedicó [el cantar de gesta] al pueblo y él le dio nueva vida, y
    éste fué en España el origen del romancero heroico.
 
    
    Javier Villalibre, Selección de romances
    Ed. Everest, León 1974
    
    Narradas estas epopeyas por los juglares ante el pueblo, éste seleccionó y trasmitió de generación en generación los trozos que más se acomodaron al gusto de los oyentes. Junto con ellos aparecen
    otros independiente que narran los hechos históricos de la época (...).
 
    
    S. G. Armistead, J. H. Silverman; Tres calas en el romancero sefardí
    Ed. Castalia, Madrid 1979
    
    'En 'estas palavras dizyendo, · la nave dyó basitola.
    Los marineros ke 'escaparon · asentaron 'estas komplas.
 
    
    Joan Antoni Paloma, Romancer Català
    Ed. 62, Barcelona 1980
    
    Una cançó vui cantar, ·  no hi ha molt que n'és dictada
    d'una minyona que hi ha, · n'és filla del rei de França.
    Color de rosa i clavell · la teva hermosura mata.
 
    
    Manuel Alvar, Épica medieval
    Ed. Orbis, Barcelona 1981
    Cantar de los siete infantes de Lara
    
    Allí fabló doña Sancha, oiredes qué dirá:
    "A todos lo agradezco que vos sentides de mi mal,
    mas quiero esta justicia fazer a toda mi voluntad;
    plaziendo a Dios e a don Mudarra yo quiero ser d' esto alcalde:
    en Burgos fueron las bodas, al tablado alançare,
    sobr' esto se levantó esta traición atan grande,
    por cativar mi marido, mis fijos descabeçare;
 
    
    S. G. Armistead, J. H. Silverman y Iacob M. Hassán; Seis romancerillos de cordel sefardíes
    Ed. Castalia, Madrid 1981
     
    Non pensés ke'stán debaldes · ke todas 'ofisyyo azen;
    Las syento filavan perla ·`i las syento `oro brokale;
    las syento tanyen alg'eka, · para la donze'a velare.
 
    
    Manuel Alvar, Romancero
    Ed. Orbis, Barcelona 1982
    
    Los doce días pasados · la infanta y moría;
    el a los veinte y cinco, · el conde al treinteno día,
    allá fueron a dar cuenta · a la justicia divina.
    Acá Dios nos de su gracia · y allá la gloria cumplida.
 
    
    Manuel Alvar, Romancero viejo y tradicional
    Ed. Porrúa, México DF 1987
    
    El palmero que lo oyera · íbase para Sant Juna;
    en entrando por la puerta, · bien veréis lo que hará.
 
    
    Federico C. Sainz de Robles, Romancero del siglo XV
    Ed. S.A.P.E., Madrid 1992
     
    ...los romances son restos de los cantares de gesta. Al ser éstos purificados e intercalados en las Crónicas, los juglares y troveros recitaron aquellos restos que se conservaban  en la
    memoria, por tradición oral, y aun los modificaron para darlos un sentido íntegro.
 
    
    Rosa Castillo, Enrique Moreno Báez; Leyendas épicas españolas
    Ed. Castalia, Madrid 1994
    
    Duraron las fiestas cinco semanas. Hubo en ellas tablados, bohordos, corridas de toros, juegos de ajedrez y muchos juglares. El conde Garcí Fernández y todos los grandes señores que allí se
    habían reunido repartieron muchos regalos y mucho dinero.
 
    
    Anónimo, El romancero viejo
    Ed. Cátedra, Madrid 1997
    
    ¡Helo, hélo por do viene · el infante vengador,
    caballero a la jineta · en un caballo corredor,
    su manto revuelto al brazo, · demudada la color
    y en la su mano derecha · un venablo cortador!
 
    
    Anónimo, Los mejores romances
    Ed. Edicomunicación, Barcelona 1997
    
    Muerto yace Durandarte · Al pie de una verde haya;
    Con él está Montesinos, ·Que en la su muerte se halla.
    Haciéndole está la huesa · Con la punta de su faga,
    El arnés le está quitando. El pecho le desarmaba:
    Por el siniestro costado · El corazón le sacaba.
 
    
    Ramón Menéndez Pidal, Flor nueva de romances viejos
    Ed. Espasa-Calpe, Madrid 2006
    
    Allí habló el infante Arnaldos, · bien oiréis lo que dirá:
    -Por tu vida, el marinero, · digasme ora ese cantar.
    Respondióle el marinero, · tal respuesta le fue a dar:
    -Yo no digo mi canción · sino a quien conmigo va.
 
    
    Fernando Gomarín Guirado, Juan M. Haya; Los tilos ya van en flores: trece romances tradicionales
    Ed. Ayuntamiento de Santa María de Cayón, Santander 2008
    
    Bizarra, la perra mora, · señora de gran valida,
    que dice que tiene ganas · de una criada cautiva.
    Los criados que la oyeron · salieron a la montilla
    en busca del conde Flores · y su esposa que venían
    de San Salvador de Oviedo, · de Santiago, el de Galicia,
    a pedirle a Dios del cielo · que les diera hijo o hija.