La épica helénica alcanza su perfección formal y su mayor difusión con los aedos, trasunto de los épicos juglares medievales. Los aedos bajo el influjo del estro poético versificaban mitos, leyendas y hazañas bélicas, pero además de cantar sus propias composiciones, se acompañaban de un instrumento musical; la imaginación popular les atribuye el phorminx, la lira grecolatina. Originarios históricamente del periodo micénico, como el resto de sus compatriotas, desconocieron el alfabeto. Su producción literaria es oral. Nunca vieron sus versos escritos.

Posteriores a los aedos son los rapsodas, que consagraban su vida a recitar de memoria los casi 30.000 hexámetros de La Odisea y La Ilíada; hechos históricos recientes y loores a mandatarios también formaban parte de su repertorio. Algunas averiguaciones derivan la palabra rapsoda de rapdos, bastón o vara con la que estos poetas helenos itinerantes golpeaban rítmicamente el suelo o la tarima para acompañar su recitado durante sus actuaciones públicas o privadas. Se atribuye a los rapsodas una memoria prodigiosa.

Los aedos y los juglares parecen tener un origen indoeuropeo. Se supone que los indoeuropeos llevarían esta tradición hacia los vastos territorios al norte y al sur del Mar Negro durante sus desplazamientos en la época neolítica. Aedos, rapsodas, guslari, bardos, escaldos, escopas y juglares, sendas ramas, la helena y la germana, mantendrían una actitud común ante la épica. Así en el Canto VI de La Odisea Alcínoo amonesta a Ulises cuando lo ve llorar escuchando las tribulaciones de los argivos, de los dánaos, de Troya. Afirma que los dioses decidieron la muerte de aquellos hombres para que sirviera de materia a los cantos de las futuras generaciones. Marcelino Menéndez y Pelayo encuentra paralelismo entre el sueño de doña Alda en el Romancero y el sueño de Penélope en La Odisea. Asegura que el juglar anónimo jamás pudo conocer la existencia del poema homérico.

Muchas veces el rapsoda y el juglar eran invidentes. La ceguera los inclinaba hacia la música y el verso como medio de vida. El bastón era un elemento polivalente, servía para apoyarse en el camino y golpear en el escenario. Una etimología popular, aunque errónea, según Albin Lesky y otros investigadores, atribuye a Homero el significado de "el que no ve".

En la sociedad helénica, el poeta, observa Hávelock en su Prefacio a Platón, era más que un mero profesional del espectáculo, era ante todo una persona ilustrada, perito y jurista; su condición histriónica quedaba en segundo plano. Era el depositario de la tradición y los mitos, portador de la memoria colectiva que daba identidad al orden helénico.

Nos imaginamos a nuestro aedo, con una lira grecolatina y una corona de laureles ceñida a las sienes. En los fondos del Museo del Juglar se muestra un traje de rapsoda con peplo, túnica y sandalias, se acompaña de bastón o lira.