El goliardo fue juglar, clérigo y estudiante, parece que estos tres atributos reclaman un cuarto, el de pícaro. La picaresca siempre fue de la mano de la juglaría haciendo del ingenio una parte consustancial al oficio, porque si el hombre hace pícaros a los demás hombres cuando abusa de ellos, estudiantes y juglares han de volverse pícaros en defensa propia. Su dependencia del público y del favor cortesano o clerical, su condición errante, su osadía y costumbres ajuglaradas hacen de él pícaro y rapaceado.

Son conocidas las dos canciones para escolares pedigüeños del Arcipreste de Hita. Según otro clérigo, el autor del Libro de Aleixandre, los estudiantes tañían mejor que los juglares, decía que “todos los estrumentos que usan los juglares, / otros de maor preçio que usan escolares”.

Esta tradición estudiantil de cantar y tocar por las plazas, originaria del Siglo XII, se nutre de muchos estudiantes pobres, en España conocidos como "sopistas", paronimia de sofista (filósofo), porque comen la sopa de los conventos de caridad, el célebre bodrio. Van con su música por los conventos, las plazas y las calles y, a cambio, reciben un plato de sopa y un poco de dinero para pagar sus estudios. "Son como juglares de la Edad Media." Dicen Marino de León y Marta Montemayor al referirse a La Tuna. El poema Razón de amor, uno de los textos más antiguos de la lengua castellana, retrata un escolar pícaro muy ajuglarado. En primera persona un estudiante mujeriego exhorta al público a escuchar un poema de buena rima y concluye que es clérigo, no caballero y que sabe trovar, cantar y leyes.

En otra canción escolar anónima del siglo XII se puede leer "¡Viva la fiesta! ¡Viva el día de hoy! / Un día de placer, un día de holganza / para tañer guitarras y tocar / viejas canciones a la vieja usanza".

Esta tradición estudiantil de cantar y tocar por las plazas, originaria del Siglo XII, se nutre de muchos estudiantes pobres, en España conocidos como "sopistas", paronimia de sofista (filósofo), porque comen la sopa de los conventos de caridad, el célebre bodrio. Van con su música por los conventos, las plazas y las calles y, a cambio, reciben un plato de sopa y un poco de dinero para pagar sus estudios. "Son como juglares de la Edad Media." Dicen Marino de León y Marta Montemayor al referirse a La Tuna. El poema Razón de amor, uno de los textos más antiguos de la lengua castellana, retrata un escolar pícaro muy ajuglarado. En primera persona un estudiante mujeriego exhorta al público a escuchar un poema de buena rima y concluye que es clérigo, no caballero y que sabe trovar, cantar y leyes.

En otra canción escolar anónima del siglo XII se puede leer "¡Viva la fiesta! ¡Viva el día de hoy! / Un día de placer, un día de holganza / para tañer guitarras y tocar / viejas canciones a la vieja usanza"

La época dorada del sopista se prolonga más que la del juglar, pues si bien estos y los goliardos periclitan con la Edad Media, el estudiante músico, poeta y “noctarniego” es producto de una institución viva  en nuestros estados modernos. El sopista será meritorio epígono de los viejos poetas orales del Medioevo.

Nos figuramos al estudiante en la viril época de sus hazañas, en el siglo XVI, de la misma guisa que lo inmortalizarán los escritos de la etapa áurea.

El Museo del Juglar cuenta entre sus fondos con un traje de estudiante de la época renacentista compuesto por una montera de cuero, camisa amplia de lino, chaleco, greguescos color vino con hendiduras verdes, calzas rojas y zapato negro.