Gracias a la recopilación de mitología nórdica que nos han legado las Eddas, conocemos la religión y el folklore de los antiguos germanos. En su obra Germania, Tácito, el severo historiador romano, nos legó en el siglo I de nuestra era el testimonio más antiguo acerca de las costumbres y mitología de los bárbaros de la frontera este. Su literatura, como la de los griegos de los Siglos Oscuros, era oral. A finales del siglo VIII irrumpe con violencia en la escena europea la última oleada bárbara, la vikinga, la comunidad germánica más septentrional. Según sus propios juglares o poetas, vikingo es hombre que participa en expediciones de ultramar. Los escaldos, que sucedieron a  los rapsodas repetidores anónimos llamados  thulir  hacia el año 100, compusieron oralmente largos relatos épicos para exaltar las proezas de sus ancestros: las sagas, que tienen la particularidad de no estar versificadas. La recitación podía abarcar varios días y se declamaban delante los representantes más distinguidos de la sociedad islandesa.

Los escaldos también participaban en las razzias vikingas. Su prócer más representativo es Egill Skallagrímson, quien, según Borges, fue un guerrero, un poeta, un conspirador, un caudillo, un pirata y un hechicero; un espíritu despiadado y elemental como el fuego. Egill Skallagrímson peleó  en la batalla de Brunanburh al servicio del rey anglosajón Athelstan contra el rey noruego de Northumbria.

Los escaldos prefirieron el arpa. En el calor del banquete y en el tedio de las largas travesías marinas, ésta o la lira, entretuvo el ánimo de estos rudos y despiertos navegantes. En un momento en el que los vikingos comenzaban a cristianizarse, el anónimo escaldo que compuso la Saga de los groelandeses, observó que a bordo de la nave de Herjolf viajaba un cristiano de las Hébridas, que compuso El poema de las olas rompientes, que contiene una estrofa en la que pide al  Señor de los monjes que guíe sus viajes.

Su vestimenta constaba de krytill o camisa vikinga de lana, gorro de piel peluda y capa, de pantalón, que podía ser bombacho, con cinturón, protectores para las pantorrillas, que protegían el pantalón caminando entre la nieve y la maleza y calzado de cuero.

Creemos que el escaldo, en la estación florida y lejos de las tierras heladas de Islandia, vestiría de forma sencilla y llevaría al hombro una lira para adornar su canto.

Los fondos del Museo del Juglar exhiben un traje de escaldo con jubón, tiara de piel, muñequeras cinturón y sandalias de cuero. Luce un arpa vikinga